martes, 8 de junio de 2021

La Civilización Minoica - Su verdadero descubridor Arthur Evans

Durante el siglo XIX se realizaron exploraciones en Creta, que no llegaron a despertar grandes expectativas en lo referente a su arqueología, hasta que, a finales del siglo XIX, apareció la figura de Arthur Evans, convirtiéndose en el verdadero descubridor de la civilización cretense.

El interés de este descubridor por la isla fue originado luego del hallazgo en un mercado de antigüedades de Atenas de una serie de sellos de piedra, que procedían de Creta, y que llevaban grabados unos signos extraños.


Evans era hijo de un prestigioso prehistoriador que había reunido una importante colección de antigüedades en su casa, y su miopía le permitía apreciar con gran detalle y precisión los  detalles inscritos  en sellos y monedas.

Debido a su espíritu aventurero e inquieto, visitó Creta y adquirió unos terrenos en las proximidades de la capital, donde ya se habían llevado a cabo algunas tentativas de exploración por parte de algún erudito local, pero no pudo iniciar las excavaciones hasta cinco años después cuando finalizó la ocupación turca en la isla.

Cuando los trabajos de excavación en Cnososo dieron comienzo en el mes de marzo de 1899, salieron a la luz las impresionantes ruinas de las grandes edificaciones palaciales que atestiguaban la existencia de una civilización floreciente que era, posiblemente, la más antigua de toda la larga historia europea. 

Evans, imbuido por las leyendas griegas que hablaban de Minos y su fabuloso laberinto cretense que albergaba al terrorífico minotauro, adoptó el término “minoico” para calificar y definir a esta brillante civilización.

Espacio y Cronología

Creta es una isla larga y estrecha, ubicada en medio del mar Egeo, a medio camino entre los tres continentes, Europa, Asia y África, y dividida longitudinalmente por una impresionante cadena de montañas. Sin embargo, en su parte central, entre las montañas y el mar, se abren llanuras fértiles como la de mesara que resultan propicias para la práctica de la agricultura.

Evans fue el primero que articuló todo un sistema cronológico de la civilización cretense basándose en la estratigrafía de Cnosos. Utilizó como pauta de referencia fundamental los diferentes estilos de cerámica que iban apareciendo en cada uno de los estratos. 

Para obtener una cronología absoluta, se sirvió de la correspondencia con Egipto, que tenía un sistema de datación bien establecido, a base de los diversos objetos de esta procedencia que aparecían en Cnosos. 

Dividió de esa manera a la civilización cretense en tres grandes períodos a los que llamó respectivamente: Minoico Primitivo, Medio y Reciente.

Cada uno de ellos fue, a su vez, dividido en otros tres subperíodos siglados respectivamente I, II y III. El sistema, aunque se adapta bien a Cnosos, es complicado y en muchos casos resulta limitado para comprender el verdadero desarrollo histórico de la civilización cretense.

Se han propuesto otros sistemas menos complicados y más funcionales, avalados por dataciones más seguras, obtenidas mediante el sistema de carbono 14. Así, el arqueólogo griego Nicolás Platón, propone la siguiente cronología en el que distingue cuatro grandes períodos, basándose en criterios arquitectónicos y culturales:

Prepalacial: 2600-2000 a.C.

Palacial primero: 2000-1700 a.C.

Palacial segundo: 1700-1400 a.C.

Postpalacial: 1400-1100 a.C.

El primer período abarcaría desde los orígenes de la civilización en la isla hasta la construcción de los primeros palacios y se caracterizaría por un gran desarrollo de la vida a todos los niveles. El primer período palacial culminaría con la destruccion de los palacios a causa de un terremoto. El segundo periódo palacial se iniciaría con la reconstrucción de los palacios y correspondería  a la gran época de la civilización cretense, momento en el que los palacios alcanzaron su máxima capacidad y esplendor. Una segunda destrucción debido posiblemente a causas naturales, significó el fin de la civilización palacial y el comienzo de un período, el postpalacial, que sin ser de absoluta decadencia, no alcanzó la brillantez de los dos anteriores.


Bibliografía: Historia de Grecia Antigua – Francisco Javier Gómez Espelosín



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