Proyectado por los arquitectos Ictinos y Callícrates. Es un templo de orden mixto, ya que presenta columnas y friso externo dóricos, columnas internas dóricas y jónicas y friso interno jónico. Al entrar encontramos la pronaos (antecámara), que es el acceso este. De allí se pasa a la naos (cámara), que está dividida por dos hileras de columnas dóricas de dos pisos en tres naves, donde se encontraba la estatua de marfil y oro de Atenea del escultor Fidias. La iluminación proviene de la puerta de acceso, que permite la incidencia de los rayos solares sobre la estatua de la diosa.
El Partenón |
Para entrar a la cámara de las vírgenes, que da nombre al templo (Atenea Partenos quiere decir Atenea virgen) y es donde se hacían los preparativos para la fiesta de las Panateneas, y que también estaba dividida en tres naves por dos hileras de columnas jónicas, es necesario salir del templo y volver a entrar por el opistodomos, que es el acceso occidental.
Las medidas del Partenón se establecieron conforme a un módulo, cuya repetición determina la proporcionalidad que es la base del equilibrio clásico. Sin embargo, las dimensiones y las formas del edificio fueron alteradas, dando lugar a las denominadas correcciones ópticas, cuya interpretación ha originado numerosas opiniones.
El Partenón |
Las columnas exteriores presentan éntasis o ensanchamiento de la zona media, se inclinan hacia adentro y aumentan su diámetro en los ángulos del templo. En las esquinas no están alineadas con los triglifos y, por lo tanto, no sobresalen como en Paestum, estando precedidas de intercolumnios más cortos.
Una curvatura eleva el centro del piso y el techo. Para algunos autores se pretende con esto compensar las deformaciones creadas por nuestra imperfecta percepción: que el fuste de las columnas no se vea afinado en el centro, que las columnas de las esquinas no se distancien al ser captadas por nuestra visión periférica, etc. Para otros, se trata simplemente de quitar rigidez al conjunto.
El Partenón |
Para Benévolo, las correcciones ópticas refuerzan la unidad del conjunto debilitando la autonomía de cada parte, porque éstas varían de tamaño y forma según su posición. Hay quienes consideran estos refinamientos el producto de rigurosas especulaciones matemáticas y geométricas o quienes, por el contrario, los califican de modificaciones empíricas. Pero precisamente, lo que hace al clasicismo es el equilibrio entre razón y experiencia, la adaptación a cada caso particular de esas reglas ideales que son los órdenes arquitectónicos.
Como resultado, se obtiene la armonía, la estabilidad que para el estratega Pericles debía reflejar el triunfo de la sophrosyne (discreción, autocontrol) de los atenienses sobre la hybris (desmesura, arrogancia) de los persas.