Esta obra de extremo naturalismo representa un sacerdote a quien Atenea envía serpientes marinas para que lo asfixien junto a sus hijos, en castigo por prevenir a los troyanos sobre la función real del célebre caballo que éstos han recibido inocentemente como regalo de sus enemigos aqueos pero que contiene soldados en su interior.
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El tema, la venganza irracional de los dioses, no sólo contra alguien que se ha limitado a decir la verdad sino contra sus inocentes hijos, no hubiera sido del agrado de un escultor clásico.
La pluralidad de puntos de vista que implica la complejidad de la escena, el dinamismo que aportan las curvas de las serpientes y las múltiples expresiones de dolor (la boca del padre abierta en un grito, la tensión de los músculos y el afloramiento de las venas) y agitación (presente en cabello desordenado del sacerdote) convierten a esta escultura en una obra emblemática de la Época Helenística.
El tema sirve además como pretexto para desarrollar el contraste entre el cuerpo formado y maduro del padre y las figuras adolescentes de los hijos.