Las primeras inquietudes de la ciencia griega aparecen en los poemas homéricos (siglo VIII A.C.) con la descripción de las estrellas y el innovador concepto del universo en forma de esfera. Fue el amor de los griegos por las formas simétricas lo que condujo al concepto de universo esférico.
Los primeros hombres de ciencia griegos fueron:
- Tales
- Anaximandro
- Anaxímenes
Pero el científico más importante del siglo VI A.C. fue Pitágoras, muy conocido por su prueba de la relación entre los lados de los triángulos rectángulos. Además investigó la armonía musical, y llegó a decir que había una relación divina entre números, música y universo.
Platón, sin embargo, en el siglo IV A.C., ayudó al desarrollo científico, al fundar la Academia en Atenas, donde se hacía énfasis en la naturaleza matemática del universo.
El discípulo de Platón fue Aristóteles (384 A.C. – 322 A.C.), quien fue el más grande filósofo científico de la antigüedad. También fundó su propia escuela, el Liceo, en Atenas. Adoptó la teoría de los cuatro elementos, como componenetes fundamentales de la materia:
- Tierra
- Aire
- Fuego
- Agua
Algunas observaciones biológicas realizadas por Aristóteles tardaron muchos siglos en ser confirmados por los naturalistas.
El astrónomo del siglo III A.C., Aristarco (año 310 A.C. – 230 A.C.) estableció que era el Sol y no la Tierra el centro del universo y calculó los tamaños del Sol y de la Luna.
Un siglo después, el más grande de los astrónomos observadores de la antigüedad, Hiparco (año 190 A.C. – 120 A.C.) descubrió la precesión de los equinoccios, agrupó un catálogo de estrellas, calculó eclipses solares y concibió una avanzada teoría sobre el movimiento del Sol.
La ciudad de Alejandría fue centro de investigaciones científicas por más de 500 años; las matemáticas florecieron con Euclides y Apolonio. Gran parte de la tecnología griega se desarrolló en Alejandría, donde alrededor del año 200 A.C., Ctesibio diseñó relojes de agua y una bomba impelente.
La Torre de los Vientos en Atenas |
Fuente: Enciclopedia Visual Salvat, tomo V